Pronunciamiento de la Agrupación de Lucha Socialista (ALS). 25/Nov/2021, www.agrupaciondeluchasocialistablog.wordpress.com y www.thecommunists.net
Los periodos de decadencia histórica de los sistemas sociales propician el deterioro de las condiciones de las mujeres. La pandemia covid-19 en plena depresión económica mundial son solo una muestra de eventos claves que aceleran y profundizan la explotación y opresión a las que somos sometidas normalmente las mujeres, así como nuestros hermanos de clase, por el capitalismo.
A la violencia general de estos últimos años donde en promedio 11 mujeres son asesinadas cada día, se le sumó aquella favorecida por el confinamiento masivo en las casas decretado por los gobiernos de todos los niveles como medida reaccionaria, másque efectiva, para contener la covid-19. Tan solo “desde marzo de 2020 hasta julio pasado en el país se han registrado 1,345 feminicidios, 4,411 homicidios culposos y 337,033 delitos de violencia familiar” (CIEG, UNAM, 2021) que finalmente, en su mayoría nos hablan de feminicidio. Estas cifras, concuerdan con el repunte de 51% de 2019 a 2020 en las llamadas de auxilio a la Red Nacional de Refugios (CIMAC, 2020). ¿Cuántos responsables de esta violencia contra las mujeres están en la cárcel? Casi ninguno.
Mientras el gobierno de la 4T no desmantele a los grupos del crimen organizado y redes de trata, mientras no castigue a los responsables de la violencia social y machista, mientras siga criminalizando a las mujeres que luchamos por nuestros derechos, los culpables seguirán operando con tal impunidad.
Ningún gobierno de la burguesía ha hecho justicia, las pocas veces que ha sido así, se debió a la fuerte movilización de las mujeres y el pueblo. Solo las mujeres organizadas y movilizadas podremos hacer frente a la inseguridad como ya lo han hecho pueblos indígenas mediante sus policías comunitarias.
La violencia sobre nuestros cuerpos e integridad no es la única opresión hacia nosotras. La actual crisis de salud, educativa y social, los burgueses nos la están cargando a los más pobres, especialmente a las mujeres quienes estamos padeciendo un incremento en las tareas de cuidados, a las cuales, se sumaron las horas de apoyo académico para nuestros hijos e hijas con el abrupto salto hacia la educación en línea. Mientras que, millones de jóvenes tuvieron que desertar de la escuela por falta de recursos económicos.
Todos éstos, estragos de una pandemia mal atendida por los gobiernos debido, en gran parte, por las políticas neoliberales con las que han sometido al abandono, durante décadas, a las instituciones encargadas de la seguridad social. En cuanto a la depresión económica, escenario de la pandemia, está cobrando la estabilidad laboral de millones de trabajadoras y trabajadores; para las mujeres esto ha significado una mayor precarización laboral y pobreza. Es tal el retraso en este ámbito, que fuimos testigos de la pérdida histórica de 10 años de la incorporación creciente masiva de las mujeres al trabajo. Tan solo en abril de 2020 fueron despedidas 13.6 millones de mujeres, según el INEGI. El problema no solo queda en el despido, el mismo INEGI reporta que, en promedio, 5 de cada 10 mujeres que lograron incorporarse posteriormente a las actividades económicas, fue en el sector informal con la consecuente inestabilidad laboral y carencia de derechos laborales.
Han pasado cerca de tres siglos desde que las mujeres empezaron una fuerte lucha por el acceso al trabajo como mecanismo de independencia económica frente a la dura dependencia hacia el marido o el padre; desde entonces, miles de mujeres han podido participar de alguna manera en los ámbitos social, sindical y político. ¡No podemos permitir que los capitalistas nos sigan arrebatando nuestras conquistas laborales y sociales!, ¡Qué la lucha histórica de nuestras hermanas no sea en vano!
Retos para el movimiento actual de mujeres
No es casualidad que en medio de la situación de reacción que vivimos y la desmovilización social, se recrudezca la violencia contra las mujeres y el conjunto de los sectores en resistencia. No es casualidad que en esa desmovilización hayamos perdido derechos laborales y sociales. De ahí la necesidad de rearticular la movilización estratégica con un programa que reivindique las principales demandas de las mujeres de abajo.
Es imperioso luchar en estos momentos por mejorar inmediatamente las condiciones laborales y de vida de las mujeres, de lo contrario, la pobreza nos seguirá atando a las cadenas de violencia.
¡Compañeras, luchemos por nuestra estabilidad laboral y mejores salarios!
No basta con pequeños comercios que están destinados a quebrar económicamente ante la desigualdad de competencia con las grandes trasnacionales. Exijamos un plan económico emergente donde se reactiven industrias y servicios destinados al bien común de las y los más pobres de este país acompañado de una campaña de creación de empleos formales. Pero donde existan las condiciones objetivas y organizativas, expropiemos las fábricas y los centros laborales para echarlos andar de forma articulada bajo dirección de las y los trabajadores.
En cuanto a la violencia, como mujeres socialistas junto a nuestros compañeros de la ALS, reivindicamos las experiencias de las comunidades en las colonias populares y en las zonas rurales, como las policías comunitarias o las Panteras Negras en EEUU, quienes crearon organizaciones de base para enfrentar la violencia tanto del crimen organizado como la del Estado, logrando reducirla. Las acciones espontaneístas de grupos vanguardistas no son suficientes, corren el riesgo de aislar cualquier lucha y no soluciona el problema de violencia en sus lugares de origen ni a nivel estructural, sino se articula a nivel popular.
Como mujeres socialistas las convocamos a sumar esfuerzos en coordinaciones permanentes vinculadas a las bases de nuestros pueblos y a las organizaciones de las y los trabajadores y estudiantiles.
Consideramos sumamente necesario que logremos la unidad de un movimiento de mujeres amplio a nivel nacional e internacional encabezado por las madres de víctimas de feminicidio, las compañeras víctimas de violencia, las trabajadoras en lucha, las maestras de la CNTE, las indígenas y cualquier mujer en resistencia contra los megaproyectos, donde confluyamos diferentes corrientes de izquierda. La unidad no en abstracto, sino a partir de la discusión honesta y fraterna que derive en la construcción colectiva de un programa para las mujeres de abajo y un plan de lucha que nos lleve a detener la vorágine de la explotación y las violencias del Estado capitalista, machista y del crimen organizado.
¡Que el puño organizado de las mujeres retiemble en cada rincón del mundo!
¡Ni una asesinada ni desaparecida más!