Por Xóchitl Katari, Agrupación de Lucha Socialista (Sección mexicana de la CCRI), 25 de Noviembre de 2019, https://agrupaciondeluchasocialistablog.wordpress.com
A medida que la crisis estructural del capitalismo avanza con la consecuente polarización en la lucha de clases a nivel mundial, los poderes tradicionales profundizan su violencia contra los trabajadores y exacerban los ánimos más reaccionarios como la xenofobia, el fundamentalismo religioso, el racismo y el machismo. La aplicación de las políticas de ajuste, el ascenso de gobiernos reaccionarios, la expansión del crimen organizado y la existencia de una impunidad estatal oprobiosa se condensan en el feminicidio como una de sus expresiones más brutales en contra de quienes conformamos la mitad del mundo, principalmente, aquellas que provenimos de las regiones más pobres.
Pero como todo genera su contrario, la violencia del capitalismo decadente ha despertado, a su vez, la alerta e indignación de miles de mujeres alrededor del mundo, quienes cada vez más, nos sumamos a marchar por las calles para gritar ¡Ni una asesinada más! Los retos son muchos dentro del movimiento de mujeres, el principal: ¡unificarnos para acabar con la violencia estructural capitalista y conquistar nuestra emancipación como mujeres junto a nuestros hermanos de clase!
En el caso particular de México, en una década (2007 – 2016) fueron asesinadas 22, 482 mujeres, según el INEGI. A partir de 2015, el número de feminicidios ha aumentado un alarmante 104%, mientras en este año (2019) suman 2,173 mujeres que les han sido arrebatadas la vida por lo que, actualmente, en promedio son asesinadas 10 mujeres al día (reportadas por las fiscalías y procuradurías estatales). El feminicidio también se distingue de los asesinatos de hombres en la forma tortuosa y brutal en la que son cometidos: los asesinos de mujeres recurren tres veces más al ahorcamiento, sofocamiento y ahogamiento, así como al uso de sustancias corrosivas y el fuego, que en los hombres. Igualmente, usan 1.3 veces más objetos punzocortantes, reportó la ONU Mujeres México en 2018.
El feminicidio es el asesinato de las mujeres por ser mujeres, desde un contexto de impunidad y omisión del Estado para investigar y sancionar a los culpables. A esto agregaremos que es un problema de clase dado que ataca mayoritariamente a las mujeres de la clase trabajadora quienes al vivir bajo condiciones de súper explotación y profunda desigualdad social a las que son sometidas por el Capitalismo, las ha expuesto a un mayor peligro (esto no excluye a jóvenes estudiantes de sectores medios resultado de la expansión de la violencia, pero que, hasta ahora, ocurren en menor medida).
Sobre todo, a partir de la crisis económica crónica del capitalismo, los empresarios han venido precarizando las condiciones de trabajo y despojando a los trabajadores de sus conquistas sociales mediante las políticas de ajuste, para no perder sus millonarias ganancias, las más afectadas por estas políticas han sido las mujeres pobres quienes sólo encuentran trabajo en las maquilas o en la informalidad, sin ninguna seguridad social. Dichas medidas han provocado, a su vez, la aceleración y profundización de la descomposición social marcada por la violencia como instrumento de una descarnada lucha por sobrevivir a través de la ley del más fuerte, en tales circunstancias, el machismo y otras expresiones violentas se refuerzan.
Por el contexto anterior, distinguimos dos grandes tipos de asesinato de las mujeres provocadas por el Capitalismo: la más visible, brutal y que condensa todas las formas de violencia es el asesinato directo de mujeres, el feminicidio. Pero existe otro, más silencioso, pero sistémico y constante: las mujeres que mueren por la negligencia, despotismo y corrupción de las instituciones y la explotación directa del capital como la muerte materna (3a causa de muerte en México), por hambre, enfermedades prevenibles o curables, por abortos clandestinos, por jornadas laborales extenuantes y malas condiciones higiénicas en sus centros de trabajo, por sus labores periodísticas o su activismo en la lucha social.
El Estado y gobierno capitalista mexicanos, de los diferentes partidos que han ocupado el poder, son los principales responsables por la muerte masiva de mujeres en México, en primer lugar, por la aplicación de las políticas de despojo y precarización de las condiciones de vida que profundizan la exclusión, marginación y pobreza, formando un caldo de cultivo para la inseguridad y la violencia generalizada; en segundo lugar -y muy importante-, al actuar con total omisión e impunidad con respecto a las denuncias de feminicidio o de violencia intrafamiliar y, tercero, al revictimizar y criminalizar a las mujeres culpándolas de su propia desgracia, incluso, encarcelando a quienes nos vemos obligadas a abortar clandestinamente (ante la negación del derecho a educación sexual, métodos anticonceptivos y leyes que garanticen el aborto seguro y gratuito); a aquellas que fuimos obligadas a defendernos de nuestros agresores (ante leyes reaccionarias y la inoperancia o contubernio de las fuerzas de seguridad), y aquellas obligadas a prostituirnos (ya sea mediante el secuestro o ante la falta de oportunidades laborales y de desarrollo social, económico, cultural, etc.).
Ante la presión de las organizaciones civiles, el gobierno ha declarado en algunos estados la “Alerta de género”, figura jurídica que supone una serie de medidas de prevención e intervención a las que se comprometen las instituciones estatales que la emiten, lo cual al menos, ha servido, en términos políticos, para que las autoridades acepten oficialmente que tienen un grave problema de violencia hacia las mujeres que viven en sus demarcaciones. Pero que en los hechos, no han tenido resultados efectivos, pues ninguna medida es aplicada, como el caso del Edomex o como la reciente alerta proclamada por el gobierno de la CDMX.
La presencia del narcotráfico constituye otra causa importante de los feminicidios tanto por la impunidad que promueve en los aparatos oficiales de justicia y su colusión con los diferentes niveles de gobierno para operar sus negocios ilícitos, como por el jugoso mercado internacional en el que han convertido a la red de trata de personas. Este último, ha instalado formas perversas de opresión hacia mujeres y niñas de sectores populares y migrantes a quienes desaparecen de sus familias para explotarlas sexualmente en condiciones de esclavitud y luego las desechan en algún lote baldío. Según cifras oficiales, en México “cada año 21,000 menores de edad son captados por las redes de trata de personas con fines de explotación sexual y 45 de cada 100 son niñas indígenas” (El Economista, 2017). Precisamente, aquellos estados con mayor índice de feminicidios son los que tienen condiciones de alta precariedad laboral y/o presencia del crimen organizado: Estado de México, Jalisco, Chihuahua y Guanajuato.
En suma, la violencia generalizada que vivimos hoy en día (dispersa en las diversas capas de la sociedad) es promovida por el Estado, el Capitalismo y el crimen organizado contra la clase trabajadora, prioritariamente, siendo las mujeres uno de los sectores más afectados por ella.
El machismo como una forma cotidiana de relacionarnos socialmente aprendida por usos y costumbres culturales, está basada en la
desigualdad, discriminación y opresión hacia las mujeres, que si bien en ciertas comunidades o periodos se ha podido controlar o reducir, en etapas de descomposición social como la que vivimos
actualmente, donde reinan la violencia y la impunidad estatal, el machismo se exacerba y desarrolla formas más directas y profundas de violencia contra las mujeres. Es el factor más visible para
la mayoría de corrientes feministas, porque es el más inmediato y cercano, sin embargo, es un producto de factores estructurales, cuya dinámica y efectos, dependen del contexto concreto y de la
correlación de fuerzas entre las clases sociales.
En la coyuntura actual, la política del gobierno de la 4T hacia las mujeres es fundamentalmente asistencialista y clientelar. Por un lado, ha eliminado servicios indispensables para las mujeres
trabajadoras como las estancias infantiles, que si bien, varias tenían problemas de corrupción, la función de cuidado debió haber sido absorbida por el Estado abriendo instancias públicas y
seguras para los hijos de las madres trabajadoras. La misma suerte corrieron las casas de atención para mujeres víctimas de violencia. Ambos servicios, cerrados por el gobierno de AMLO y
sustituidos por unos cuantos pesos que no serán suficiente para el cuidado y, que por el contrario, le impone esas cargas a las cansadas abuelas.
El Programa revolucionario para combatir la violencia y el feminicidio contra las mujeres debe, en primera instancia, exigir a los distintos niveles de gobierno el castigo a los responsables de agresión, asesinato y desaparición de mujeres tanto mexicanas como migrantes, el desmantelamiento de las redes de trata así como el cese definitivo y encarcelamiento de todos los funcionarios que han incurrido en impunidad, corrupción y criminalización hacia las mujeres. La denuncia y la defensa aislada no basta dentro del Estado capitalista que no garantiza la seguridad y justicia al pueblo; solo la organización de las mujeres y de la clase trabajadora en su conjunto pueden protegerse a sí mismos; por ello, reivindicamos el derecho a defendernos de nuestros agresores, pero de manera colectiva y organizada. Llamamos a la conformación de Asambleas Populares en cada barrio, centro de trabajo y escuela donde emanen Brigadas Mixtas de Autodefensa dirigidas por mujeres y apoyadas por sus compañeros, recuperando la experiencia de los sistemas de justicia de las policías comunitarias.
Estas medidas tienen que ir acompañadas de la exigencia por parte del movimiento de mujeres de demandas laborales y sociales que coloquen en mejores condiciones a las mujeres para prevenirlas de la violencia como: basificación, guarderías públicas no subrogadas, licencia de gravidez, no a los despidos por embarazo, legalización y despenalización del aborto, jornadas laborales de 8 horas y sindicalización democrática. La única manera en que las mujeres de la clase trabajadora han conseguido en otras épocas sus derechos ha sido con la movilización en las calles, la organización permanente y la huelga efectiva que significa el paro de la producción y el cierre de escuelas de manera unificada, sin sectarismos, ni oportunismos. ¡Retomemos nuestros métodos tradicionales de lucha!, Para coordinarnos es necesario la realización de un encuentro nacional de mujeres que unifique la lucha contra la violencia, desaparición y feminicidio, convocado por las madres y familiares afectados como las madres de Ciudad Juárez, Edomex, Veracruz y de las caravanas de migrantes para resolver un programa y un plan de lucha contra la violencia en todas sus formas y que recupere ¡nuestros derechos como mujeres y una vida digna!
A su vez, es necesario advertir que la completa erradicación de la violencia y opresión de las mujeres, no será posible dentro del Capitalismo, porque es su forma básica de dominación. La plena liberación de las mujeres de abajo, solo será posible en el Socialismo. ¡Ni un paso atrás!, ¡Por un movimiento nacional e internacional de las trabajadoras, campesinas, estudiantes, indígenas y mujeres de los sectores populares contra la violencia, desaparición forzada y feminicidio!
¡Ni una asesinada más!
¡Abajo el capitalismo y los gobiernos impunes!
¡Contra la violencia y la impunidad del estado, la organización popular!